La labor progresista del gobierno regional se había extendido hasta el templo de Nuestra Señora de El Valle, aquel 26 de mayo de 1917, cuando las campanas, entre globos, cohetes y la algarabía parroquiana, invitaban para la inauguración del alumbrado eléctrico de la iglesia. El Presbítero Eduardo de Jesús Vásquez iba a decir la misa de agradecimiento al Ejecutivo Regional. Numerosísimas personalidades de todo el Estado hacían acto de presencia en el templo, muchos de los cuales padrinos del acontecimiento.
De Porlamar hacia El Valle subió un carro manejado por Francisco Uzcátegui. En él viajaron, un tanto retardados, Petra Francechi de Espíndola y Claudio Ildefonzo Morao. Eran las cinco y media de la tarde.
El vehículo estacionó en la parte norte de la plaza “Mariño”, a la orilla del río que pasa por el lado de la iglesia. Bajaron los pasajeros. Cuando el chofer arrancó para devolverse a Porlamar, oyó dos disparos. Frenó en mitad de la cuadra, montó el retroceso y mientras se desplazaba hacia atrás, observó que la gente corría para el puente. Como también observó que un hombre sesentón, seguido de dos policías, en carrera atravesó la plaza. Apuradito, descendió del carro, justamente en el mismo sitio donde minutos antes había dejado sus dos pasajeros. Confundido con el gentío bajó al puente adonde encontró a la señora Espíndola atacada de nervios y al señor Morao tirado en el suelo convertido en cadáver.
De este homicidio fue acusado Mateo Salazar, de setenta años de edad. En su primera declaración manifestó:
-Hace cinco años que deposité en manos de Claudio Ildefonzo Morao, Agente del Banco de Venezuela en Porlamar, diez mil pesos. Hice todas las diligencias que se me ocurrieron sin poder conseguir la devolución del dinero. Hablé primero con el General Pedro Duchame y comisioné al Dr. Rojas expresamente para hablar con él. Como banquero creí que me llamaría para entregarme la suma que habían depositado en el Banco Pedro Sotillo y Zulia Alfonzo y otros más; esa indiferencia de él dieron lugar a lo sucedido. No tuve la intención de matarlo; siempre creí que me pagaría mi dinero. Ya las ceremonias habían terminado y en el puente me encontré con él y le hice tres tiros.
Quince días antes había estado Salazar preso en la Comandancia de Policía de Ciudad Bolívar. Había viajado hasta aquella ciudad para entrevistarse con Meriso Palazzi, Agente del Banco de Venezuela de allá, quien supuestamente había recibido el dinero que Salazar depositara en manos de Morao. Creyéndolo loco, Palazzi llamó a la policía, lo detuvieron y luego fue deportado para Margarita en el vapor “Manzanare”.
Cincuenta y ocho años contaba Morao para el día de su muerte.
Versión de algunos testigos hizo suponer que Salazar había sido un hombre de cierta prosperidad comercial, y que de un tiempo a esa parte se le notaba en mala situación. Uno de esos testigos se preguntaba. «Yo no sé cómo botó Mateo tanto dinero».
Por su parte, Morao, gozaba de toda clase de estima y consideración. Se le conocía como hombre honrado, trabajador y de sólido patrimonio.
En sus declaraciones para el Tribunal, la señora Espíndola contó:
-Nos bajamos a un costado del puente, diciéndome el señor Morao: “Ya están en la bendición, vamos a apurar el paso para llegar a tiempo”; me dio el brazo y salimos al puente; al coger la plataforma, recostado a la glorieta del lado izquierdo, por donde iba Morao, estaba el señor Mateo Salazar y nos asaltó poniéndole el cañón del revólver que llevaba en la mano en el corazón y disparó, quedando muerto éste en el instante, recostado a mi hombro; al reventar el tiro, yo grité y el cadáver cayó
Infructuosas resultaron las gestiones del Tribunal para lograr las declaraciones de Pedro Sotillo, Zulia Alfonzo y Meriso Palazzi. No aparecieron por ninguna parte.
Se le condenó a 19 años de presidio, el 25 de mayo de 1918. Apeló al Superior y éste confirmó la sentencia de Primera Instancia. El juicio subió a la Corte del Estado, quedando la pena rebajada a 17 añosy 10 meses. Llevado a Casación, este juicio fue declarado perimido y Salazar, por disposición del Presidente del Estado fue confinado a la Penitenciaría del Centro, el 22 de noviembre de 1919.
(Tomado de CRONICARIO DEL HOMICIDIO MARGARITEÑO de Nicanor Navarro, 1994)